INSTITUTOS UNIVERSITARIOS

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Gracias a Dios Todopoderoso, a mi Madre Felipa García, a mi Familia y a estos Institutos por mi Formación Académica.

domingo, 8 de abril de 2012

JESUCRISTO UN HOMBRE SIN IGUAL (PARTE IV): ¿LA RESURRECCIÓN ES UN ACTO DE FÉ?.


Dos de los Evangelios (Marcos y Lucas) relatan a parte de su Resurrección de Jesús su Ascensión a los Cielos:

En el Evangelio de Marcos: Pasado el sábado, al alborear, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir embalsamarle. Y muy de madrugada el primer día de la semana, a la salida del sol, van  al sepulcro. Se decían unas a otra: «¿Quién nos retirara la piedra de la puerta del sepulcro?» (Mc 16: 1-3). Vieron que la piedra que cubría el sepulcro estaba removida. Dentro del sepulcro, descubrieron a un joven vestido con una túnica blanca, quien les anunció que Jesús había Resucitado, y les ordenó que dijesen a los discípulos y a Pedro que fuesen a Galilea para ver allí a Jesús. Se indica que María y sus compañeras no dijeron nada a nadie pues tenían miedo (Mc 16: 3-8).

A continuación, se dice que Jesús se apareció a María Magdalena (Sin mencionar a las otras mujeres solo resaltando que era la había sacado de ella 7 demonios), y esta le dio al resto de los seguidores de Jesús la buena noticia, pero no le fue creída (Mc 16: 9-11). Jesús volvió a aparecerse, esta vez a dos que iban de en camino a una aldea y cuando estos discípulos contaron lo ocurrido, tampoco se les creyó (Mc 16: 12-13). Finalmente, se apareció a los apóstoles, a los que reprendió por no haber creído en su Resurrección. Les encomendó predicar el Evangelio y les dijo los milagros que podían hacer en su nombre, luego Subió a los Cielos en donde está sentado a la derecha de Dios (Mc 16: 14-20).[]

El Evangelio de Lucas dice que algunas mujeres, María Magdalena, Juana y María la de Santiago, y otras cuyos nombres no se mencionan, acudieron al sepulcro para ungir a Jesús con perfumes. Encontraron removida la piedra del sepulcro, entraron en él y no encontraron el cuerpo (Lc 24: 1-3). Al contrario de los otros Evangelios, aquí se les aparecieron dos hombres con vestiduras resplandecientes, quienes les anunciaron la resurrección de Jesús pues les dijeron expresamente  «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?» según lo predicado por Jesús (Lc 24: 4-8). Las mujeres anunciaron la resurrección a los apóstoles, pero estos no les creyeron (Lc 24:9-11), excepto Pedro y eso porque fue al sepulcro y comprobó que el cuerpo había desaparecido (Lc 24:12).

Ese mismo día, Jesús se apareció a dos discípulos que caminaban de Jerusalén a Emaús, los acompaño y mientras caminaban él les preguntaba haciéndose el incrédulo ante lo ocurrido y sólo después de la fracción del pan  le reconocieron (Lc 24: 13-35). Poco después se presentó ante los discípulos diciendo «La paz con vosotros» y creyeron que se trataba de un Espíritu, pero les demostró que era él en carne y huesos, y comió en su presencia (Lc 24: 36-43). Les explicó el sentido de su muerte y la Resurrección (Lc 24: 44-49), y, más tarde, los llevó cerca de Betania, donde Ascendió al Cielo (Lc 24: 50-53).

Hagamos un breve análisis hasta lo descrito en este momento, tomando en cuenta la gran la incredulidad de los Judíos a pesar de haber hecho Jesús toda clase de señales en presencia de ellos como se cuentan en los cuatro Evangelios 27 milagros distribuidos entre catorce curaciones de distintas enfermedades, cinco exorcismos, tres resurrecciones, dos prodigios de tipo natural y tres signos extraordinarios. Así se cumplió lo dicho por el Profeta Isaías: «Señor, ¿quién dio crédito a nuestro palabras? Y el brazo del Señor ¿a quién se le reveló?» (Isaías 53: 1, Cuarto Canto del Siervo). Por eso no podían creer, pues también había dicho Isaías: «¿Ha cegado sus ojos, ha endurecido su corazón, para que no vean con los ojos, ni comprendan con el corazón, ni se conviertan, ni yo los sane?» (Isaías 6: 9-10). Esto lo dijo Isaías porque Profetizó la Gloria de Jesús y habló de él. Sin embargo, muchos de ellos, incluso de entre los jefes, creyeron en él, pero no lo confesaban porque temían que los Fariseos los expulsaran de la Sinagoga. Preferían recibir honores de los hombres antes que de parte del propio Dios (Juan 12:37-43).

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