José de Arimatea a quien otras Tradiciones le atribuyen
el traslado del Sudario, el Santo Grial (La leyenda dice que recogió la Sangre
de Cristo del Santo Sepulcro) y otras reliquias desde la ciudad de
Jerusalén a otros sitios en la cuenca del Mediterráneo. Era hermano menor de Joaquín, el Padre de la Virgen María,
lo que lo convierte en Tío-Abuelo de Jesús, aunque no se tiene
certeza de eso ni tampoco de que haya sido el tutor del Jesús después de la
temprana muerte de San José, el esposo de María. Formaba parte del Sanedrín y era
Decurión (Equivalía a cabo o jefe de
diez soldados) del Imperio Romano. Tuvo el valor de pedir a Pilatos el cuerpo
de Jesús para enterrarlo en una tumba nueva de su propiedad. José “Esperaba el Reino de Dios”, aunque por
temor a los Judíos no se identificaba como discípulo de Jesús (Mateo 27:57-60;
Marcos 15:43-46; Lucas 23:50-53; Juan 19:38).
Profecías en el Antiguo Testamento concernientes a Jesús.
Según los autores del Nuevo Testamento, la vida de Jesús supuso el
cumplimiento de algunas Profecías formuladas en ciertos libros del Antiguo
Testamento. Los Libros Bíblicos más citados en este sentido por los primeros Cristianos
fueron Los Salmos, Isaías, Jeremías, Zacarías, Oseas y Miqueas. En estos textos
se anuncia la venida de Jesús de Nazaret, que sería el Mesías que esperaba el
pueblo de Israel. A menudo los redactores de los Evangelios, sobre todo el
autor del Evangelio de Mateo, citan explícitamente estos textos para subrayar
el cumplimiento de las Profecías en la Vida, Pasión y Muerte de Jesús.
Entre otras cosas, consideran que fueron Profetizadas las circunstancias
y el lugar de Nacimiento de Jesús (Isaías 7: 14; Miqueas 5: 2), su relación con
Galilea (Isaías 9: 1), su
condición Mesiánica (Isaías 9: 6-7, 11: 1-9; 15: 5), el papel de precursor de
Juan el Bautista (Isaías 40: 3), la Entrada Triunfal (Zacarías 9:9) e incluso su Pasión y Muerte
Sacrificial específicamente en el Cuarto Canto del Siervo en Isaías 52: 13-15,
53: 1-12. Isaías, es el primer libro de los Proféticos y allí aparece la
Consolación de Israel (o Segundo Isaías), que presentan la figura de un Siervo
de Yahvé, cuyo sacrificio se le atribuye un valor Redentor.
Los Judíos, que también consideran sagrados estos libros, no aceptan la
creencia Cristiana de que estas Profecías se refieren a Jesús de Nazaret.
Resurrección y Ascensión.
De los cuatro Evangelios, los tres primeros se llaman Sinópticos pues
según “Presentan entre si tales
semejanzas que pueden ponerse en columnas paralelas y abarcarse con una sola
mirada”, usted hasta aquí podrá reflexionar al respecto. Aun así, los
cuatros Evangelios relatan que Jesús resucitó de entre los muertos al tercer
día después de su muerte y se apareció a sus discípulos en varias ocasiones. En todos
ellos, la primera en descubrir la Resurrección es María Magdalena:
Evangelio de Mateo: Pasado el
sábado, al alborear, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De
pronto se produjo un terremoto, pues un ángel del señor bajo del cielo y,
acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. Su aspecto era
como de relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los guardias, atemorizados
ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos (Mt 28: 1-4). El
ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotros
no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el crucificado; no está aquí, ha
resucitado, como lo había dicho. Venid ve el lugar donde estaba». Y les
encomendó que dijeran a los discípulos que fueran a Galilea, donde podrían
verle y ellas se fueron corriendo con miedo
y gran gozo (Mt 28: 5-10). Entre tanto los guardias avisaron a los Príncipes
de los Sacerdotes lo ocurrido y estos les sobornaron para que divulgaran la
idea de que los discípulos habían robado su cuerpo mientras dormían (Mt 28:
11-15). Los apóstoles fueron a Galilea al monte indicado y Jesús les encargó predicar
el Evangelio y bautizar en el nombre «Del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 16-20).
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