El SANEDRÍN es un término Griego
que data de la Época Helenística, concepto que se remonta al Antiguo Testamento.
En la Torá, Dios ordena a Moisés: "Reúneme
setenta ancianos de Israel, de los que te consta que son ancianos y escribas
del pueblo. Llévalos a la Tienda del Encuentro y que estén allí contigo"
(Números 11:16). Ancianos en el
sentido de ser unos representantes y
líderes “oficiales” en la nación de Israel, pues también se dice que Moisés
murió anciano. Es a partir de este
punto, según lo sostiene la Tradición Rabínica Clásica, que el Sanedrín
comenzó: Con los setenta ancianos, encabezados por Moisés, para un total de
setenta y uno. A medida que los miembros del Sanedrín fallecían, o dejaban de
ser aptos para el servicio, nuevos miembros eran sometidos a ordenación. Estas
continuaron en forma ininterrumpida desde Moisés a Josué hijo de Nun (Dios
mando a Moisés a "Poner las
manos",
figura que implica un acto de "ordenación",
semijá, unción, nombramiento. Deuteronomio 34:9) y de este a algunos ancianos y
Profetas (Como Esdras y Nehemías).
Con excepción de los sábados y los días sagrados, contrario a Jesús que
hacia un milagro indiferentemente del día, el Sanedrín se reunía en este tiempo
todos los días en su sala de reuniones. Las sesiones se extendían desde la hora
del sacrificio matinal hasta la ofrenda de la tarde, así que solo se celebraban
juicios durante el día. Además las sentencias de muerte no se dictaban el mismo
día del juicio, sino el siguiente, y estos casos no se juzgaban en la víspera
de un sábado ni de una fiesta. También se advertía seriamente a los testigos
sobre la gravedad de derramar sangre inocente de acuerdo con las Leyes Judías. El
Talmud dice que los juicios que implicaban la pena de muerte no se celebraban
de forma apresurada, como a mi parecer sucedió con el de Jesús, esto debido a
que los jueces hacían todo lo posible por salvar al acusado. El Sanedrín, si
bien poseía una injerencia importante en algunas de las decisiones del Imperio
Romano, no podían condenar a nadie a pena de muerte.
Nicodemo -“Un Gobernante de los
Judíos”- visitó a Jesús al amparo de la noche y luego lo defendió ante los Fariseos (Tenían el control del Judaísmo
Oficial y transformaron el Culto haciéndolo en Sinagogas) con este argumento: “Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle
antes oído y sin saber lo que hace”. Además, tras su muerte donó “una mezcla de mirra y áloes” con el
fin de preparar el cuerpo para su entierro (Juan 3:1, 2; 7:50-52; 19:39). Tras su detención, Jesús fue llevado al palacio del Sumo
Sacerdote Caifás (según el Evangelio de Juan, fue llevado primero a casa de
Anás, suegro de Caifás). Allí fue juzgado ante el Sanedrín y se presentaron
falsos testigos, pero como sus testimonios no coincidían no fueron aceptados.
Finalmente, Caifás preguntó directamente a Jesús si era el Mesías, y Jesús
dijo: «Tú lo has dicho», y él se
rasgó las vestiduras ante lo que consideraba una Blasfemia. Luego los miembros del Sanedrín escarnecieron cruelmente
a Jesús. Pedro, que había
seguido a Jesús en secreto tras su detención, se encontraba oculto entre los
sirvientes del Sumo Sacerdote. Reconocido como discípulo de Jesús por los
sirvientes, le negó tres veces y al instante canto un gallo, como Jesús le
había Profetizado a él en la Última Cena, y arranco a llorar amargamente (Mateo
26: 32-35, 57-75; Marcos 14: 53-72; Lucas 22: 54-62, 66-71; Juan 18:12-27).
Según el Evangelio de Lucas, Jesús se presentó también ante Herodes
Antipas o El Tetrarca (Judea, 20 a. C. – Lyon, 39 d. C. De la
jurisdicción de Galilea y Perea) pues
Poncio Pilato -Quinto prefecto de la Provincia Romana de Judea entre los años
26 y 36 d.C.- no le encontró culpa alguna y supo que
Jesús era de Galilea. Allí sufre sus burlas al no darle un milagro y lo remite nuevamente
a Pilatos (Lucas 23:2–12). Este
encuentro no lo relata ninguno de los otros Evangelistas y además dice que
Herodes y Pilatos eran enemigos antes del juicio de Jesús.
Publicado en el Yaracuy al Día el Sábado 7 de Abril de 2012. Página 6.
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