Dos de los Evangelios (Marcos y Lucas) relatan a parte de su
Resurrección de Jesús su Ascensión a los Cielos:
En el Evangelio de Marcos: Pasado
el sábado, al alborear, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé
compraron aromas para ir embalsamarle. Y muy de madrugada el primer día de la
semana, a la salida del sol, van al
sepulcro. Se decían unas a otra: «¿Quién
nos retirara la piedra de la puerta del sepulcro?» (Mc 16: 1-3). Vieron que
la piedra que cubría el sepulcro estaba removida. Dentro del sepulcro,
descubrieron a un joven vestido con una túnica blanca, quien les anunció que
Jesús había Resucitado, y les ordenó que dijesen a los discípulos y a Pedro que
fuesen a Galilea para ver allí a Jesús. Se indica que María y sus compañeras no
dijeron nada a nadie pues tenían miedo (Mc 16: 3-8).
A continuación, se dice que Jesús se apareció a María Magdalena (Sin
mencionar a las otras mujeres solo resaltando que era la había sacado de ella 7 demonios), y esta le dio al resto de los
seguidores de Jesús la buena noticia, pero no le fue creída (Mc 16: 9-11).
Jesús volvió a aparecerse, esta vez a dos que iban de en camino a una aldea y
cuando estos discípulos contaron lo ocurrido, tampoco se les creyó (Mc 16:
12-13). Finalmente, se apareció a los apóstoles, a los que reprendió por no
haber creído en su Resurrección. Les encomendó predicar el Evangelio y les dijo
los milagros que podían hacer en su nombre, luego Subió a los Cielos en donde
está sentado a la derecha de Dios (Mc 16: 14-20).
El Evangelio de Lucas dice que algunas mujeres, María Magdalena, Juana y
María la de Santiago, y otras cuyos nombres no se mencionan, acudieron al
sepulcro para ungir a Jesús con perfumes. Encontraron removida la piedra del
sepulcro, entraron en él y no encontraron el cuerpo (Lc 24: 1-3). Al contrario
de los otros Evangelios, aquí se les
aparecieron dos hombres con vestiduras resplandecientes, quienes les
anunciaron la resurrección de Jesús pues les dijeron expresamente «¿Por
qué buscáis entre los muertos al que está vivo?» según lo predicado por
Jesús (Lc 24: 4-8). Las mujeres anunciaron la resurrección a los apóstoles,
pero estos no les creyeron (Lc 24:9-11), excepto Pedro y eso porque fue al
sepulcro y comprobó que el cuerpo había desaparecido (Lc 24:12).
Ese mismo día, Jesús se apareció a dos discípulos que caminaban de
Jerusalén a Emaús, los acompaño y mientras caminaban él les preguntaba
haciéndose el incrédulo ante lo ocurrido y sólo después de la fracción del pan le reconocieron (Lc 24: 13-35). Poco después
se presentó ante los discípulos diciendo «La
paz con vosotros» y creyeron que se trataba de un Espíritu, pero les
demostró que era él en carne y huesos, y comió en su presencia (Lc 24: 36-43).
Les explicó el sentido de su muerte y la Resurrección (Lc 24: 44-49), y, más
tarde, los llevó cerca de Betania, donde Ascendió al Cielo (Lc 24: 50-53).
Hagamos
un breve análisis hasta lo descrito en este momento, tomando en cuenta la gran la
incredulidad de los Judíos a pesar de haber hecho Jesús toda clase de señales
en presencia de ellos como se cuentan en los cuatro Evangelios 27 milagros distribuidos
entre catorce curaciones de distintas enfermedades, cinco
exorcismos, tres resurrecciones, dos prodigios de tipo natural y tres signos
extraordinarios.
Así se cumplió lo dicho por el Profeta Isaías: «Señor, ¿quién dio crédito a nuestro palabras? Y el brazo del Señor ¿a
quién se le reveló?» (Isaías 53: 1, Cuarto Canto del Siervo). Por eso no
podían creer, pues también había dicho Isaías: «¿Ha cegado sus ojos, ha endurecido su corazón, para que no vean con los
ojos, ni comprendan con el corazón, ni se conviertan, ni yo los sane?»
(Isaías 6: 9-10). Esto lo dijo Isaías porque Profetizó la Gloria de Jesús y
habló de él. Sin embargo, muchos de ellos, incluso de entre los jefes, creyeron
en él, pero no lo confesaban porque temían que los Fariseos los expulsaran de la Sinagoga. Preferían recibir honores
de los hombres antes que de parte del propio Dios (Juan 12:37-43).
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