Como antecedentes de esta atroz guerra, tenemos que, a finales de la década de 1930, las potencias europeas tenían grandes motivos para sentir preocupación.
Adolf Hitler había llegado al poder en Alemania en 1933 y no tardó en llevar a cabo una agresiva política expansionista con base en la doctrina del “espacio vital” (“Lebensraum”), que defendía la necesidad de incrementar el territorio del estado germánico para atender sus necesidades poblacionales.
En ese contexto, el régimen nazi efectuó la anexión de Austria (“Anschluss”) en marzo de 1938 y meses después se apoderó de los Sudetes, una región de Checoslovaquia (actual República Checa) habitada por población alemana.
Esta última acción contó con el aval de Inglaterra y Francia, quienes contaban con apaciguar así a Hitler y garantizar la paz en Europa. Pero estaban equivocados, pues el Fuhrer tenía la mirada puesta en otra futura conquista: Polonia.
Aunque firmó un pacto de no agresión con Polonia en 1934, en la práctica se dedicó a hostigarla mediante constantes reclamos por supuestos maltratos a los ciudadanos alemanes que vivían en el “corredor polaco” y en Danzig, quienes por cierto simpatizaban fuertemente con el nazismo. En tal sentido, la tensión fue aumentando y para 1939, Hitler ya preparaba en secreto la invasión a ese país, por lo cual firma en agosto de ese año un pacto de no agresión con el dictador soviético Joseph Stalin, que incluía una cláusula secreta que estipulaba el reparto de Polonia cuando ésta fuera sometida. La mesa estaba servida.
El incidente Gleiwitz es la farsa nazi que inició la II Guerra Mundial, porque Alemania optó por simular supuestos “sabotajes” en la frontera para dar la impresión de que Polonia lo hostigaba y que, por ende, se justificaba una respuesta armada.
Estas acciones a menudo se tradujeron en actos terroristas como la explosión de dos bombas en la estación ferroviaria de Tarnow por un agente alemán el 28 de agosto de 1939 y que causó la muerte de 20 personas.
Dichos ataques estuvieron a cargo de las SS, la temible agencia de seguridad del Tercer Reich, y fueron organizados por uno de sus principales jerarcas, Reinhard Heydrich, y la “falsa bandera” definitiva se planificó bajo el nombre de “Operación Himmler” (en alusión a Heinrich Himmler, máximo líder de las SS) y Heydrich encomendó su ejecución a su ayudante, Alfred Helmut Naujocks. Al mediodía del 31 de agosto de 1939, Naujocks recibió un escueto mensaje: “La abuela ha muerto”. El cuál era la señal para entrar en acción.
Historia Universal al Día
Publicado en el Yaracuy al Día el Jueves 05 de Septiembre de 2019. Página 2.
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