"Un barrilito de pólvora", le llamó su enérgico tutor Miguel
José Sanz. "¡Huya, porque puedo
quemarlo!", le respondió el niño Simón.
Un jueves de vigilia en la noche del 24
de julio de 1783, nació Simón Bolívar en la mansión familiar de la plaza de San
Jacinto, a cinco cuadras de la catedral, en la ciudad de Santiago de León de
Caracas, que así se llamaba entonces y que alberga unos 40.000 habitantes. Su
padre, don Juan Vicente de Bolívar y Ponte (1726-1786) era Procurador General
de Caracas, Administrador de la Real Hacienda; Corregidor de La Victoria y San
Mateo y, ese mismo año, jefe con el grado de coronel del Batallón de los valles
de Aragua de las milicias regladas y comandante de la Compañía de volantes del
río Yaracuy, lo que ejercía a través de un oficial nombrado por él; era,
además, regidor del Cabildo, cargo que los Bolívar desempeñaban a perpetuidad.
Su madre, doña María de la Concepción Palacios y Blanco (1758-1792), era
descendiente de Francisco Infante, uno de los que acompañaron a Diego Losada en
la fundación de Caracas, una "agraciada mujer, educada y muy
sociable", a la vez que diligente y hábil en el manejo de los bienes
familiares. Los dos pertenecían al estamento noble de Venezuela, con
tradiciones de burgueses con riqueza, bienestar y preeminencia social.
Además eran dueños de las minas de cobre
de Cocorote, del señorío de Aroa, de la hacienda de añil en el valle de Suata,
de los hatos de ganado del Totumo y Limón en los Llanos y de la propia casona
donde nació Simón Bolívar. Al enviudar, la madre adquiere todavía más: una
hacienda de cacao en Tacarigua, otra en Guacarapa y una finca en Chacao, donde
inicia una plantación de café.
Con dispensa del obispo, el niño Bolívar
fue bautizado en su casa natal por su tío el padre Jerez, con los nombres de
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad (a los nombres de antepasados se
sumó el de la Trinidad, la advocación de su capilla en la catedral).
La
historia dice que fue su nodriza de leche doña Inés Mancebo una dama cubana,
esposa de Fernando de Miyares, más tarde gobernador de Maracaibo y gobernador
general de Venezuela.
No obstante, su ama de cría fue la
esclava negra Hipólita de la hacienda de San Mateo, al lado de ella estaba
también la negra Matea, aya o niñera del Libertador, apenas diez años mayor que
él, para atenderle y compartir sus juegos; ella vivió largos años en San Mateo
donde presenció el ataque de José Tomás Boves a la hacienda y el sacrificio de
Antonio Ricaurte en 1814, y entró del brazo del presidente Antonio Guzmán
Blanco cuando los restos del Libertador fueron trasladados al Panteón Nacional
de Caracas en 1876.
Con el capuchino Francisco de Andújar
cursó matemáticas, física y topografía. Guillermo Pelgrón docente de la Escuela
Pública de Caracas le enseñó latinidad. El tío Carlos le enseño las nociones
fundamentales de escritura, lectura, aritmética e historia, proporcionándole
preceptores excepcionales.
Andrés Bello, apenas dos años mayor que el
Libertador, le enseñó primeras letras, aunque no logró adelantos en ortografía.
Pero Simón Rodríguez, el revolucionario preceptor que practicaba
apasionadamente las ideas pedagógicas del Emilio de Rousseau, influyo
en él las ideas de Libertad, y él siendo una persona libre de cualquier
pensamiento pudo dársela a la patria.
Historia al Día
Publicado en el Yaracuy al Día el Sábado 27 de Julio de 2014. Página 6.
Historia al Día
Publicado en el Yaracuy al Día el Sábado 27 de Julio de 2014. Página 6.